Día del libro

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ESCRIBE CON EL CORAZÓN, REPASALO DESPUÉS CON LA CABEZA. VERÁS EL RESULTADO...

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sábado, 26 de junio de 2010

DIARIO QUIJOTESCO CAPITULO 5


Don Quijote que se sentía muy desgraciado por lo que le había sucedido, empezó a recordar uno de los libros que había leído y empezó a recitarlo en alto.

¿Dónde estáis, señora mía,

que no te duele mi mal?

O no lo sabes, señora,

o eres falsa y desleal.

Justo al leer este verso, paso por allí un labrador que venía de sus quehaceres y al escuchar los lamentos de Don Quijote se sobrecogió, acercándose a él, le preguntó quien le había podido hacer tanto daño. Tras limpiarle un poco le reconoció enseguida como Don Alonso Quijana (que así se debía de llamar cuando él tenía juicio, y no había pasado de hidalgo sosegado a caballero andante) Le ayudo a levantarse y le monto sobre Rocinante. De vez en cuando camino de su casa le preguntaba a Don Quijote como estaba, pero este le respondía constantemente con versos de los tantísimos libros que había leído, ya que su cabeza le hacía pensar que era el marqués de Mantua, su tío. Sus quejidos eran tales que el pobre labrador no tenía más que preguntarle constantemente como se encontraba. El labrador no daba crédito a lo que estaba escuchando, pues lo mismo le hacía protagonista de un libro, que de otro conforme su falta de lucidez le dictaba.

-A esto respondió el labrador: mire vuestra merced, señor, ¡pecador de mí! que yo no soy don Rodrigo de Narváez, ni el marqués de Mantua, sino Pedro Alonso, su vecino; ni vuestra merced es Baldominos, ni Abindarráez, sino el honrado hidalgo del señor Quijada; yo sé quién soy, respondió Don Quijote, y sé que puedo ser, no sólo los que he dicho, sino todos los doce Pares de Francia, y aún todos los nueve de la fama, pues a todas las hazañas que ellos todos juntos y cada uno de por sí hicieron, se aventajarán las mías.-

Ya bien entrada la noche llegaron a su casa, en ella se encontraban el cura y el barbero que estaban escuchando como su ama les decía a voces

¿qué le parece a vuestra merced, señor licenciado, Pero Pérez, que así se llamaba el cura, de la desgracia de mi señor? Seis días ha que no parecen él, ni el rocín, ni la adarga, ni la lanza, ni las armas. ¡Desventurada de mí! que me doy a entender, y así es ello la verdad como nací para morir, que estos malditos libros de caballerías que él tiene, y suele leer tan de ordinario, le han vuelto el juicio; que ahora me acuerdo haberle oído decir muchas veces hablando entre sí, que quería hacerse caballero andante, e irse a buscar las aventuras por esos mundos. Encomendados sean a Satanás y a Barrabás tales libros, que así han echado a perder el más delicado entendimiento que había en toda la Mancha. La sobrina decía lo mismo, y aún decía más: sepa, señor maese Nicolás, que este era el nombre del barbero, que muchas veces le aconteció a mi señor tío estarse leyendo en estos desalmados libros de desventuras dos días con sus noches: al cabo de los cuales arrojaba el libro de las manos, y ponía mano a la espada, y andaba a cuchilladas con las paredes; y cuando estaba muy cansado, decía que había muerto a cuatro gigantes como cuatro torres, y el sudor que sudaba del cansancio decía que era sangre de las feridas que había recibido en la batalla; y bebíase luego un gran jarro de agua fría, y quedaba sano y sosegado, diciendo que aquella agua era una preciosísima bebida que le había traído el sabio Esquife, un grande encantador y amigo suyo. Mas yo me tengo la culpa de todo, que no avisé a vuestras mercedes de los disparates de mi señor tío, para que lo remediaran antes de llegar a lo que ha llegado, y quemaran todos estos descomulgados libros (que tiene muchos), que bien merecen ser abrasados como si fuesen de herejes. Esto digo yo también, dijo el cura, y a fe que no se pase el día de mañana sin que de ellos no se haga auto público, y sean condenados al fuego, porque no den ocasión a quien los leyere de hacer lo que mi buen amigo debe de haber hecho.

Tras escuchar atentamente el labrador entendió lo que le pasaba a Don Quijote y enseguida dijo en voz alta:

-Abran vuestras mercedes al señor Baldovinos y al señor marqués de Mantua, que viene mal ferido, y al señor moro Abindarráez, que trae cautivo el valeroso Rodrigo de Narváez, alcaide de Antequera.-

Le abrazaron al ver que, aunque mal herido, estaba vivo. Le preguntaban una y otra vez que había ocurrido, pero Don Quijote no quería contestar a las preguntas que le hacían, solo quería comer y dormir, por lo que le dejaron tranquilo descansar. No sin antes llegar a la conclusión de que sería conveniente quitarle todos los libros de caballería de su alcance, si no querían perderle en alguna aventura como la que le había traído tan maltrecho.
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Conforme leo el clásico Don Quijote, creo que habrá ocasiones en las que me costará realizar un símil con la vida real, pero en esta ocasión me resulta fácil.


Mi madre con la triste enfermedad “Demencia Senil” desde que yo recuerde en mi infancia. Había días que era mi madre, cierto es; pero fue mi amiga, una vecina, incluso una extraña que no sabía en qué lugar se encontraba. A veces nosotros tampoco sabíamos dónde estaba, hasta que aparecía después de largas horas, tras haber ido a comprar el pan a la tienda que estaba a dos minutos de casa y llegaba contando historias de lo que le había ocurrido. Mi pequeña cabeza no llegaba a entender que pasaba, hasta que mi padre me cogió en su regazo y me explico dulcemente y con palabras que yo entendiera, lo que le sucedía a mi madre.


Es muy dura esa enfermedad, quien la padece se introduce en su propio mundo, hasta que pierde cualquier vestigio de quien fue y quiénes son los que están a su alrededor. Hay que tener paciencia, mucha paciencia con ellos. Porque hay momentos en los que la lucidez les vuelve, dándose cuenta de lo que les sucede, mi madre lloraba en aquellos momentos y yo solo podía abrazarla porque entonces la recuperaba, aun para perderla momentos después.

http://laacequia.blogspot.com/

2 comentarios:

  1. Leo ahora esta entrada de tu Diario, que se me pasó. Tienes razón, a veces encontramos en los clásicos situaciones similares a lo que vivimos. Por eso mismo, muchos libros trascenden a su época.
    Besos.

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  2. Gracias Pedro, seguiré intentando dar el tratamiento adecuado al gran Don Quijote, ese ser tan especial que si sabemos valorar tiene mucho que aportarnos como bien mostráis.

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